La introducción de nuevos cultivos como el maíz o la patata, origina
transformaciones a la hora de gestionar el territorio, al tratarse de
cultivos dominantes. Dichas transformaciones obligan a una gestión
determinada del territorio para garantizar la obtención de la máxima
productividad social; y se encuentran además, ligadas a la gestión
de la biosfera como fuente de los recursos precisos para satisfacer
las necesidades sociales.
Por otra parte, el prado de riego supone especializar productivamente
el territorio respecto a la disponibilidad de un suministro constante
de agua que permita tanto su riego estival como su inundación
invernal, si es necesaria. Su función productiva es el pasto directo
y permitir la disponibilidad del alimento para el mantenimiento
invernal del ganado en unas condiciones de estabulación.
La función de los prados de riego es la recuperación y
disponibilización de los nutrientes para el sistema productivo,
mediante el filtrado de las aguas a través del suelo. Este filtrado
obligaba a extender esas aguas como una fina lámina sobre un suelo
cultivado con especies absorbentes, y de forma que predominase la
infiltración sobre la escorrentía. Así, queda un espacio
hidráulico cargado de recursos técnicos, y organizado para obtener
su máxima eficiencia.
La lluvia tiene también en la ciudad el papel de recogedor y
concentrador de materia orgánica dispersa por las superficies
urbanas, y así esas aguas disponen de un alto valor productivo y son
usadas inmediatamente. Se configura así toda la estructura urbana
como un mecanismo de gestión del agua que, recogida en tejados y
pavimentos, es conducida por las mismas calles.
Debido a la necesidad del agua de la gravedad, se produce una
relación estricta entre los acuíferos donde mana el agua, la
topografía que permite su conducción, su llegada a la ciudad y su
distribución por ella. Así, el espacio urbano refuerza de este modo
su relevante papel como elemento clave en el metabolismo y estructura
de la ciudad donde se establecen las relaciones que complementan y
hacen eficiente esa infraestructura.
Por último, el nacimiento de la agricultura industrial basada en
fertilizantes minerales, con la que se mejora el rendimiento, da
lugar graves problemas de salubridad por la multiplicación del uso
de pozos, al aumentar la contaminación a causa de filtraciones de
fecales.
Con esta agricultura industrial, surge la máquina de vapor, que
sirve para la elevación a presión del agua de las minas. Este
bombeo de agua, permite el acceso al agua a lugares cada vez más
lejanos y la posibilidad de salvar los desniveles precisos.
A medida que la disponibilidad de agua lo permite, grandes depósitos
de escala urbana mantienen una presión constante en la red de
abastecimiento, y permiten la llegada del agua con presión cada vez
mayor.
Pero el modelo actual de uso del agua como vector de movilización de
la materia orgánica va resultando cada vez más y más ineficiente a
medida que se le exige una mayor calidad en su retorno al medio. El
bombeo, la presión, no sólo transforma la relación de la ciudad
con el territorio, sino que deshace la relación entre la forma
urbana y el agua, que apenas se conserva parcialmente en el
alcantarillado.
Los espacios verdes urbanos
Los espacios verdes se desvinculan del metabolismo social por su
incapacidad de sobrevivir en él.
En
primer lugar, la separación, la protección del espacio verde de un
metabolismo urbano contaminante que lo destruiría y en segundo
lugar, la disposición de los elementos y los recursos precisos para
crear y mantener el espacio verde a lo largo del tiempo.